Síndrome de Peter Pan

¿Qué es?

El Síndrome de Peter Pan tiene que ver con aquellas personas que no han podido crecer y madurar emocionalmente. Encontramos que este problema es más frecuente en hombres que en mujeres. Podríamos decir que las personas con Síndrome de Peter Pan son niños dentro de un cuerpo de adulto. En su vida diaria, tienen dificultades para responsabilizarse de su forma de pensar, sentir y actuar con ellos mismos y con los demás. En su día a día, les cuesta desarrollar roles vitales que todos tenemos que asumir, como ser profesional dentro de un determinado entorno laboral, ser padre o madre, tener pareja, administrar la economía y una casa, etc. Estas personas pueden buscar parejas «mamás o papás» que les cuiden, protejan y asuman estas responsabilidades por ellos.

¿Para qué necesitan seguir siendo niños?

Principalmente por miedo a fracasar y a no ser capaces. La vida consiste en una serie de etapas que tenemos que ir afrontando, desde la niñez, la adolescencia y la edad adulta. En la edad adulta se dan una serie de etapas en las que se requiere de una serie de recursos emocionales y competencias conductuales que tal vez no han podido desarrollarse. Uno de los más importantes, es la capacidad para gestionar nuestro propio miedo. La herramienta más eficaz para gestionar el miedo y poder crecer hasta convertirnos en adulto es la autonomía. Y para ser autónomo hay que individuarse.

¿De dónde viene este síntoma?

Desde su buena intención, algunos padres protegen demasiado al niño, limitando su autonomía y no promoviendo el desarrollo de recursos ante situaciones complicadas. Estas situaciones no se aprecian como retos y se siente mucho miedo, interiorizándose un sentimiento de baja autoestima y autoeficacia. Por el contrario, hay padres que dejan demasiado espacio, los niños son adultos cuando no toca, y más adelante, cansados de este rol, viven la vida sin responsabilidades. Ambos niños son caras de la misma moneda o problemas emocionales: miedo a no ser capaz, miedo a fracasar, dependencia emocional, baja autoestima y miedo a la individuación o a hacerse adulto, entre otros. A la larga, se van generando sentimientos de ansiedad y tristeza, incluso pueden surgir cuadros de depresión o de trastorno dependiente de la personalidad, trastornos alimentarios, fobias a salir a la calle o ataques de pánico, etc.

¿Cómo darnos cuenta de que estamos delante de una persona con síndrome de Peter Pan?

A veces se disfrazan de adultos perezosos, egocéntricos, vagos y pasotas. Muchos de ellos también tienen la etiqueta de “ninis”, ya que no trabajan ni estudian. También pueden ser adultos en los que vemos que claramente hay un comportamiento regresivo e infantil. Les da miedo gestionar asuntos cotidianos: ir al banco, ir a comprar… y otras tareas más complicadas como buscar trabajo o tener pareja. Son personas con mucho miedo porque además tienen un temperamento de base muy temerosa, pudiendo desarrollar fobias y sintomatología que tiene que ver con el pánico: ansiedad, ataques de pánico, agorafobia, fobia social…
¿Cómo podemos ayudarles? Comunicándoles que necesitan hacerse cargo de su vida y de sus emociones. Animándoles y empoderándoles a conectar con sus propios recursos. Podemos, por ejemplo, reforzar todos sus logros vitales. Tenemos que empujarles a que sean autónomos, exponiéndoles a tareas sencillas y posteriormente a tareas más complicadas. De esta forma se aumentará su autoeficacia y su autoestima e irán pudiendo coger confianza en sí mismos.

¿Cómo se trata en terapia?

  • Primeramente, psicoeducamos al paciente sobre el problema y su origen. Impulsamos la toma de conciencia del para qué del síndrome ¿evitar el miedo al fracaso, a no ser capaz…? Explicitamos que estaremos con el paciente en todo el proceso, a su lado, ayudándole en cada dificultad, pero siempre dejando claro que el podrá hacerlo solo/a, que tiene más recursos de los que cree. Explicamos las ventajas en la autoestima de individuarnos, pudiéndonos hacernos cargo de nuestra vida y objetivos vitales.
  • Realizamos una revisión del proceso de apego dentro del sistema familiar. Normalmente suele haber dificultades dentro de la familia de origen: la mamá o el papá son demasiado cuidadores o por el contrario muy distantes, la mamá pudo haber perdido a un familiar en su propia familia de origen y eso le hace depender demasiado de su hijo limitando su autonomía, el padre es demasiado crítico con su hijo provocando que desconfíe de sus capacidades… Este ambiente familiar, junto con una personalidad temerosa del paciente, puede provocar el síndrome, por eso también tenemos que trabajar sobre y con la familia de origen.
  • Favorecemos la sanación de las heridas en la autoestima con EDMR. Para ello, identificamos con el paciente los recuerdos que están asociados a esa herida en el reconocimiento. A continuación, extraemos las creencias negativas limitantes asociadas; “no estoy bien como soy”, “no soy válido” o “no soy capaz” serían algunas de ellas. A continuación, trabajamos sobre los recuerdos dolorosos, permitiendo que el paciente llore el dolor que le generaron. Después, cambiamos las creencias negativas que se desprenden de esos recuerdos y que alimentan la mentira por otras positivas, de forma que ayuden al paciente a elevar su autoestima y ganar en autoeficacia.
  • Por último, enseñamos al paciente estrategias y habilidades interpersonales en su día a día para que pueda exponerse a diferentes situaciones: ir a la compra, buscar trabajo, manejarse en las relaciones de pareja…

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